Lo prometido es deu… es promesa. Ya adelantaba en el anterior artículo que en este hablaría de tres temas muy concretos sabiendo que eran temas que podrían despertar, cuando menos, escepticismo. De hecho, estoy bastante seguro de que alguna de esa gente que diría sin reparos que los terraplanistas tienen una mente medieval… con estos temas de los que voy a hablar probablemente demostrarían que tampoco ellos han llegado aún al siglo XXI.
Como ya comentaba en ese artículo anterior, me defino como agnóstico, escéptico y, debo añadir, por si queda alguna duda, crítico. Vamos, si hay alguna duda sobre eso… bienvenido al blog porque está claro que eres nuevo aquí y en él he diseccionado temas de lo más aparentemente superficiales para mostrar como algunos de ellos pueden más capas que un ogro o Batman, vaya. En ese último artículo intentaba, dejando claro que ni de lejos soy terraplanista, dejar claro que confiar a ciegas en lo que nos dicen los que manejan la información, independientemente de que tipo de información sea, conlleva al menos un mínimo de riesgo a equivocarte. Es muy fácil en el mundo en el que vivimos encontrarte puertas que directamente te ponen “por aquí no entes, ni se te ocurra” y es donde a algunos automáticamente se nos activa el ¿por qué no? ¿Qué es lo que no quieres que sepa? ¿Qué es lo que no quieres que siquiera me cuestione?
Sin embargo, tras ese último artículo, y como hoy día se polarizan muy fácilmente las ideas y posturas, me apetecía hablar sobre algunas ideas que son aceptadas como posibles por la física, a pesar de lo cual sacaría a más de un “terraplanista” del armario. Así que pongámonos con ello…
Puede que el Universo exista desde hace tan solo dos minutos…
Y quien dice dos, dice uno. Independientemente de en qué momento estés leyendo esto. Parece haber un consenso en el mundo de la física sobre que el universo tiene 13.798 millones de años, pero también es posible que haya comenzado hace dos minutos. ¿Cómo podría esto ser posible? En realidad, es más sencillo de lo que parece y lo primero a tener en cuenta es que no sabemos exactamente cómo se originó… solo sabemos que el universo está compuesto por átomos y que para que las cosas sean como las vemos… bueno, simplemente hay un orden en esos átomos. Según el concepto de entropía el universo tiende al caos no al orden… es decir, que, en principio, un mundo, y un universo, con el equilibrio que tiene este en el que existimos, para llegar a ser lo que es, tendría que haberse ido desarrollando a lo largo de todos esos millones de años. ¿Entonces? Bueno lo que ocurre es que el universo sigue siendo un montón de átomos con un orden concreto. Y ese orden concreto, el que disfrutamos en este momento, pudo darse en el minuto uno, espontáneamente. ¿No lo crees? Vale, quizás si juegas a algún tipo de lotería huirías de un número como 1234567890. O de un número como 1231231231. O de un 5555555555, porque pensarías que sería mucha casualidad que saliera un número con alguna de esas disposiciones tan peculiares. Y es verdad. La posibilidad de que salga el número 1234567890 frente a cualquier otra posibilidad es mínima. Pero, por sí solo, las posibilidades de que salga son exactamente las mismas que tiene cualquier otro número.
Es como si te doy una baraja de cuarenta cartas y te digo que saques una sin mirarla y te aseguro, por ejemplo, que será el As de Corazones. Como no soy ilusionista pues… no, no será el As de Corazones… porque es más fácil que sea cualquiera de las otras treinta y nueve cartas. ¿Estamos de acuerdo hasta aquí? Porque ahora viene la paradoja: a pesar de que las probabilidades jugaban en contra de que saliera esa carta frente a que saliera cualquiera de las otras posibles… la verdad es que todas y cada una de las cartas tenían exactamente las mismas probabilidades de salir: una entre cuarenta. No fue el As de Corazones, pero tenía exactamente las mismas posibilidades de salir que la que finalmente salió. La posibilidad de que el universo exista desde hace dos minutos en el que pudieron los átomos ordenarse de manera que crearan no solo quienes somos sino las cosas que recordamos, que tenemos, los libros que se han escrito, fósiles de millones de años que delatan vidas prehistóricas que nunca llegamos a conocer… bueno, frente a todas las demás posibilidades del Universo es claramente despreciable. ¿Pero sabes qué? A la vez tiene exactamente la misma probabilidad que cada una de todas las demás posibilidades, incluida la que quiera que sea en la que estamos. Así que sí, el Universo podría haber empezado hace uno o dos minutos.
Es posible que el libre albedrío no exista.
Y esto entronca con el tema anterior. Partiendo de que el universo es un inmenso conjunto de átomos dispuestos de determinadas formas, con electrones y demás con diferentes configuraciones y teniendo en cuenta que el comportamiento de los mismos, en principio, no es aleatorio, sino que obedece a lo que llamamos leyes físicas… el universo que contemplamos ante nosotros no sería sino resultado de cómo las leyes físicas han afectado a esos átomos, electrones, etc. Dicho de otro modo, si cuando termines de leer este artículo “decides” salir a pasear, la física contempla que realmente esa decisión no existe al menos como crees, sino que es el resultado de cómo una avalancha de átomos responden a circunstancias previas… y sí, si simplificamos quizás podamos pensar que tu decisión de salir a pasear la has tomado porque yo he mencionado esa posibilidad, pero yo habría tomado la “decisión” de mencionar la posibilidad de un paseo en función de circunstancias previas que al fin y al cabo no habrían sido otra cosa que los átomos comportándose como las leyes físicas dictan.
Y una de las cosas más interesantes en un principio era considerar que si las cosas funcionan así… y si pudiéramos conocer el estado de todas esas variables del Universo que son los átomos que lo componen… también podríamos saber, conociendo las leyes físicas, hacia donde vamos… podríamos conocer el futuro. Para empezar, esto plantearía un problema del que ya he hablado en artículos sobre películas de viajes en el tiempo, y es que cambiar el transcurso de los acontecimientos provoca paradojas… y bueno, no soy físico, no puedo decirte qué pasaría realmente, pero tengo una serie de artículos de viajes en el tiempo, que debo de retomar, pero que ya cuenta con dos o tres partes, y en las que explico por qué algunas películas lo hacen bien y otras mal, por qué la narrativa se rompe con la incoherencia de la paradoja. Pero… ¿Qué hay de la realidad? Bueno, resulta que en el campo de la física al parecer tenemos un agujero muy grande y es que, por lo que tengo entendido, si es que no han cambiado las cosas, cuando intentas explicar las cosas a gran escala con la física clásica todo estupendo, todo funciona como se supone que debe funcionar. Cuando hacemos lo mismo con la física a escalas microscópicas pues, aunque no sabemos tanto como con la física clásica pues todo parece indicar igualmente que vamos por buen camino. Pero en el momento en el que intentamos conciliarlas… ahí ya se lía, los cálculos no salen, como si fueran dos sistemas distintos. Como cuando te encuentras que necesitas un adaptador para enchufar algo… bueno, pues al parecer nos falta aún descubrir el adaptador, cómo ambas físicas están conectadas y guardan coherencia. Pero, y aquí viene lo interesante, es que en la física cuántica sí se produce algo insólito: aleatoriedad. Se obtienen resultados imprevisibles y eso afecta a todo, aunque sin el adaptador no entendamos cómo. Así que no, parece que no podríamos conocer el futuro conociendo las leyes físicas y que no tendríamos un destino concreto prefijado. Entonces… ¿Al final si tendríamos libre albedrío? Pues la verdad es que la física cuántica al introducir la aleatoriedad en el sistema… solo hace eso, hacer que se produzcan resultados aleatorios sobre los que sigues sin tener el control. Sería como el juego de La Oca, no hay dos partidas iguales porque los dados introducen aleatoriedad… pero en realidad no puedes tomar ninguna decisión.
En este punto habrán salido algunos “terraplanistas” del armario: "¡Y un jamón me vas a decir que no tomo mis propias decisiones!" Bueno, es una posibilidad factible… te guste o no.
Podrías ser inmortal (y no lo sabes)
Este punto me va a costar un poco más desarrollarlo porque no he leído trabajos previos sobre él, sino que es el resultado de una simple reflexión que me hice un día observando a mi alrededor, aunque supongo que, como sí que he oído sobre temas relacionados, habrá mucho escrito sobre el tema. Y es que un día cualquiera te encuentras en un lugar cualquiera, paseando, por ejemplo, o sentado en una terraza o en una plazoleta, y empiezas a mirar a tu alrededor, a toda esa gente que está ahí, compartiendo la misma época que tú, estáis vivos al mismo tiempo… y empiezan las preguntas.
Vamos a suponer una unidad de tiempo, “el momento” que vamos a decir que dura una hora ¿por qué no hablamos directamente de horas? Porque tengo deformación profesional por trabajar con variables, discúlpenmelo ustedes. Vale, “el momento" dura una hora y “el momento” va a definir en nuestro ejemplo lo que es el presente. El momento actual empezó hace media hora y acabará en media hora. ¿Sencillo no? Vale… hemos dicho antes en este artículo que los físicos parecen más o menos de acuerdo en señalar que el Universo tendría 13.798 millones de años… y como ya hemos definido que un momento equivalía a una hora resulta que la historia de nuestro universo tiene 120,975,798,000,000 momentos (≈ 120.98 billones de momentos). Vale… espera… ¿me estás diciendo que con todos esos momentos anteriores soy lo suficientemente afortunado para estar presenciando el último momento de la historia del Universo? Esos momentos anteriores presumiblemente existieron (a no ser que el universo se haya creado hace 2 minutos claro) y los momentos futuros no existen (aún, por eso son futuros). Por supuesto alguien podría venir y decirme “bueno, pero algo así se lo podría haber preguntado en la edad media un pastor mientras cuidaba sus ovejas” a lo que yo tendría que responder que “sí, pero es que ese pastor está muerto, es pasado, y el que se lo pregunte dentro de cinco siglos no existe (aún)” Así que yo, y tú, nosotros, el de la tienda de la esquina, todos… somos extremadamente afortunados como para eso que he dicho, estar viviendo el último momento editado del Universo: el presente.
De hecho, el futuro ni siquiera tendría por qué existir, podría ser que el Universo terminara mañana (en verdad esto no lo sé, si por casualidad Crespo leyera esto que me lo cuente…). ¿A qué conclusión deberíamos entonces llegar? Que deberíamos empezar a participar en juegos de azar… parece que mi existencia, la tuya, la de cualquiera de los que estamos viviendo eso que llamamos presente… es infinitamente menor a la de que te toque el Eurojackpot. Pero aquí estamos. Parece algo tan increíble, tan improbable, casi tan imposible… que a lo mejor deberíamos plantearnos que hay un error en el enfoque, que no es el acertado. Quizás no es que estemos vivos a la vez que ocurre el último momento del Universo, cosa que evidentemente hacemos desde nuestra experiencia propia, sino que quizás estemos viviendo a la vez que el Universo y simplemente estamos enfocando un momento dado. El tiempo solo sería nuestra percepción lineal, secuencial, de lo que sería la realidad. Como cuando sintonizábamos una emisora de radio, o ponemos un canal de televisión, todos están ahí a la vez… pero estamos sintonizando uno en concreto. El pastor del que hablábamos antes… quizás no está muerto, está “sintonizando” otro momento, y su cráneo en un cementerio solo es lo que queda de la forma en la que sintonizaba aquellos momentos en los que fue aquel pastor… quizás ahora está sintonizando… bueno, eso, el ahora. A través de otro cuerpo. Quizás quienes creemos que somos no es más que la suma de una parte de nosotros de la cual no tenemos plena consciencia y otra de la que sí… que es aquella cuyos datos pones para que te lleguen los paquetes de Amazon.
Quizás cuando muramos volvamos a nacer en el mismo momento y volvamos a vivir la misma vida pasando por cada momento de la misma forma que la aguja de un reloj nunca deja de recorrer el mismo ciclo, quizás con variaciones derivadas de la física cuántica. O quizás ese ciclo sea más amplio, quizás vayamos saltando de cuerpo en cuerpo (Oh boy!) antes de volver a este, o quizás nunca volvamos a pasar por este momento, o ni siquiera nuestra "vida" continúe en este planeta, en esta galaxia o incluso en este plano de existencia… Podríamos ser seres eternos pasando las hojas de un libro que hemos cogido de una estantería, siendo “hoy” D'Artagnan para ser “mañana” Mr. Scrooge o Holden Caulfield. Podríamos ser medusas flotantes en el éter recorriendo existencias recopiladas en no-libros o escribiéndolas.
Hay algo curioso en los libros, en como simplemente están en la estantería con toda la historia que hay dentro de ellos, a la vez. Incluso se imprime el texto de la página a la vez, no es un proceso secuencial… cosa que sí ocurre cuando se escribe o cuando se lee.