viernes, 12 de octubre de 2018

La Escalera de Jacob


Recordemos de que va la película con una breve sinopsis: Jacob Singer (Tim Robbins) es un veterano de Vietnam que trabaja como cartero. Empieza a tener flashes de lo que vivió en la guerra y visiones de criaturas y personas deformes. Entonces entra en contacto con otros compañeros que estuvieron con él en Vietnam que parecen estar pasando por lo mismo. Empiezan a sospechar que el gobierno les hizo algo que les está afectando. Sin embargo, la cosa es más complicada de lo que parece.

A la hora de hablar de esta película me es imposible hacerlo sin hacer spoiler del argumento e incluso del final. La película es de 1990 pero como ya he mencionado alguna vez, incluso escribí un artículo* sobre ello, en mi opinión los “spoilers” no tienen fecha de caducidad. Si una película tiene alguna sorpresa, algún giro de tuerca o simplemente la trama va por derroteros poco previsibles, si te lo cuento antes de que veas la película, independientemente de cuánto tiempo tenga la película (o libro, o lo que sea…) te estoy estropeando (spoil en inglés) la experiencia. Dicho todo esto, aconsejo que, si no has visto la película, la veas y luego vuelvas si te parece interesante.

Jezabel (Elizabeth Peña) y Jacob (Tim Robbins)

La Escalera de Jacob es una película que he visto varias veces. Suelo volver a ella de vez en cuando. Tiene algo en su atmósfera, en el patetismo de la situación de Jacob, en ese aire como de sueño dentro de un sueño que se respira durante toda la cinta… que me resulta atractivo. Le encuentro cierta similitud con El Corazón del Angel (1987). Y sin embargo no deja de frustrarme que el resultado final me parezca fallido. Los actores están geniales en sus personajes, realmente hay química en la pareja que forman Tim Robbins y Elisabeth Peña. Y Danny Aiello consigue transmitir esa serenidad que hace que entendamos por qué Jacob confía en su personaje, Louis. La fotografía transmite exactamente lo que debe e incluso es una película que hizo aportaciones inéditas al género de terror con esas visiones de criaturas moviendo la cabeza de esa forma tan extraña. Pero como digo, falla. Y falla por lo esencial: el guion.

Y es que el guion de la película, o al menos lo que vemos de él materializado en la pantalla, es extraño. Tan extraño que hace que el resultado final, de manera poética, aunque casi seguro de manera accidental, sea una película un poco como las criaturas que aparecen en ella. Es como si fueran dos películas siamesas que compartieran personajes, situaciones, etc. pero ni trama, ni principio, ni final. Esto es así porque hay dos tramas en ella, dos planteamientos interesantes, pero incoherentes entre sí y por tanto excluyentes entre ellos. Da la sensación de que, al guionista, Bruce Joel Rubín, se le ocurrieron estas dos posibilidades y, sabiendo que una vez se decantase por una no iba a poder usar la otra en otra película que tuviera un argumento demasiado similar, se empeñó en usar ambas.

Michael, el químico que desarrolló "la escalera".

Una de ellas es la trama de la droga. Jacob descubre que algunos de sus compañeros de Vietnam están sufriendo el mismo tipo de alucinaciones que él y contratan a un abogado para demandar al gobierno. Pero el abogado rechaza el caso porque dice que Jacob y sus compañeros jamás estuvieron en Vietnam. Entonces, Jacob conoce a Michael (Matt Craven), un químico que le habla sobre cómo el gobierno lo reclutó para desarrollar una droga experimental, “la escalera”, para aumentar la agresividad de los soldados en el combate, y cómo fue utilizada a modo de prueba en el batallón de Jacob. El resultado fue que aquellos soldados se mataron entre ellos en un frenesí salvaje. De hecho, ya hay una incoherencia dentro de esta trama y es que Michael le dice que acude a él porque sobrevivió, obviando a los compañeros de Jacob. Incluso en el metraje descartado hay una escena en la que Michael lleva a Jacob a su apartamento para suministrarle una posible cura. El principio de la película apoya esta trama: en ningún momento vemos al enemigo, solo vemos a los soldados caer e incluso el malestar que alguno empieza a padecer a causa de la droga en los momentos inmediatamente anteriores. Por si fuera poco, al final de la película encontramos el típico texto sugiriendo que realmente pasó algo así, que se experimentó con soldados durante la guerra de Vietnam. Como podemos ver, todo esto justifica la premisa dada convirtiéndola en un thriller.

Louis (Danny Aiello), el quiropráctico que quizás sea algo más que eso.

La segunda trama, que es la que establece el final de la película, es que Jacob no volvió de Vietnam. Murió y toda la película transcurre mientras se está muriendo, durante la transición de su alma. El personaje del quiropráctico de Jacob, Louis (Danny Aiello) es una suerte de ángel guía que trata de hacer más leve el viaje de Jacob. Y es él quien acaba dándole la clave explicita – también al espectador – de lo que está sucediendo:

“Eckhart también vio el infierno. ¿Sabes lo que dijo? Que lo único que arde en el infierno es la parte de ti que no se va de tu vida. Tus recuerdos, tus vínculos, los queman todos allí. Pero no para castigarte, dijo, liberan tu alma. Así que él concluye: si tienes miedo de morir y te estás resistiendo, verás diablos arrancándote la vida. Pero, si estás en paz, los diablos se volverán ángeles que te liberen de la tierra. Es la forma en que lo mires. Eso es todo”

Las terrórificas criaturas que ve Jacob.

La verdad es que es un concepto muy interesante que Bruce Joel Rubín, que pasó un tiempo en el Tibet, saca de El Libro Tibetano de los Muertos. En teoría Jacob en sus últimos momentos crea ese mundo en el que cree seguir viviendo. Y el problema es que, como decía antes, plantea incoherencias con la trama de la droga. Por ejemplo, la más básica es ¿cómo sabe Jacob lo de la droga? Porque realmente ocurre algo en Vuetnam, al principio de la película, donde los compañeros de Jacob empiezan a sentirse enfermos en el momento del ataque. Por supuesto podemos pensar que se lo está imaginando absolutamente todo, pero la trama de la conspiración, con hombres de negro, con la revelación de que jamás llegaron a entrar en combate contra un enemigo real, o toda la confesión pormenorizada del químico sobre el desarrollo de la droga tiene demasiado empaque dentro de la película. Al llegar a ese momento la confusión del espectador se disipa en gran parte, se sube a ese carro de thriller conspiratorio porque se le está dando una respuesta aceptable al porqué está pasando todo eso con lo que la vuelta de tuerca final, la de que Jacob ha muerto, es un tanto tramposa. La única opción que se me ocurre al respecto es que los médicos que le atienden mientras agoniza hablan de la droga y él, en estado de semiconsciencia, incorpora ese elemento a su delirio de tránsito. 

Aun así, hay algunas incoherencias que contribuyen a hacerlo todo más confuso de una manera un tanto caprichosa. Por ejemplo, en un momento dado se nos da a entender que el hijo menor de Jacob murió mientras estaba en Vietnam. Y vemos a Jacob revisar una serie de recuerdos de cuando estuvo en Vietnam entre los que se cuenta una carta que le habría escrito el niño. Pero por otro lado vemos a Jacob recordar el accidente en el que un coche atropelló al pequeño. También hay alguna que otra escena, escasa, pero la hay, en la que Jacob no está presente, como cuando Jezabel (Elizabeth Peña), a escondidas de Jacob, decide tirar las fotos al incinerador de basura, con lo cual no parece algo que Jacob esté soñando: estamos presentes en nuestros sueños, soñamos en primera persona. Aunque supongo que son excusables.


Me da la sensación de que Rubín tenía estas dos ideas interesantes y simplemente no supo hilarlas en una sola trama coherente, que se valió del supuesto “todo vale” para permitirse dejar unos cabos sueltos que no debería haber dejado. Y que posiblemente se reescribieron partes del guion a posteriori sin tener en cuenta el conjunto. Eso y la posibilidad de que el director, Adrian Lyne hiciera cambios sobre la marcha.

En definitiva, es una película que me parece interesante por muchas de las cosas que plantea, una película que creo que hay que ver, pero que el conjunto final te deja la espina clavada de la gran película que podría haber sido si se hubiera cuidado la coherencia. Por cierto, como anécdota mencionar que el hijo menor de Jacob es interpretado por un debutante Macaulay Culkin justo antes de hacerse famoso por Solo en Casa (1990).

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